🗣Capítulo 18 – El poder de las palabras: cómo el lenguaje moldea tu realidad

Parte 1 – Cuando las palabras hieren o levantan

Seguro que lo has vivido: alguien te lanza una frase aparentemente pequeña y te deja hundido durante días. Un “no vales para esto” de un profesor, un “no eres suficiente” de una pareja, un “no das la talla” en el trabajo. Palabras que no pesan físicamente, pero que se quedan grabadas como si fueran cicatrices invisibles.

Lo contrario también ocurre. Una frase de apoyo en el momento justo puede transformarlo todo. Ese “confío en ti” antes de un reto difícil, ese “tienes talento” dicho de forma sincera, puede encender una chispa que cambia cómo nos vemos y cómo enfrentamos lo que viene.

En los videojuegos, incluso los diálogos más simples pueden tener un efecto enorme. Recuerda al NPC que, antes de un combate imposible, nos dice: “Sé que puedes lograrlo”. No es solo un texto en pantalla: es un empujón emocional que nos da fuerzas para intentarlo una vez más. Del mismo modo, un comentario derrotista dentro de la narrativa puede desanimar, aunque nada haya cambiado en las mecánicas del juego.

La diferencia está en que las palabras no solo describen, también crean emociones y posibilidades. No es lo mismo oír “has fallado otra vez” que “estás aprendiendo cada vez más”. El hecho es el mismo —un intento que no salió—, pero la experiencia interior cambia radicalmente según cómo se exprese.


Parte 2 – El lenguaje como código mental 💻

El lenguaje no es solo una herramienta para comunicarnos: es el código con el que interpretamos la realidad. Cada palabra que usamos funciona como una línea de programación que refuerza cómo pensamos, sentimos y actuamos.

La lingüística cognitiva lo demuestra: no todas las culturas perciben el mundo de la misma forma porque no todas lo nombran igual. Por ejemplo, hay lenguas que no dividen el azul del verde como lo hacemos nosotros, y eso modifica literalmente cómo sus hablantes ven los colores. De la misma manera, hay idiomas que poseen varias palabras para emociones que nosotros englobamos en una sola, lo que cambia la sutileza con la que se viven y comprenden esas experiencias.

En el mundo gamer, el lenguaje actúa como comandos. Si en un juego escribimos o pulsamos “/salto”, nuestro avatar no nada ni ataca: salta. El lenguaje define lo que es posible. Y si el comando no existe, esa acción no se puede ejecutar. Lo mismo ocurre en nuestra mente: si siempre nos decimos “no puedo”, “es imposible”, “yo soy así”, estamos limitando el código de nuestro propio juego interior.

El problema surge cuando confundimos esas frases con verdades absolutas. No son hechos, son programas que repetimos. Y cuanto más los repetimos, más se refuerzan, como un bug que queda fijo en el sistema.

Pero la buena noticia es que, al igual que un juego puede recibir un parche o un mod que expanda sus posibilidades, nuestro lenguaje también puede actualizarse. Cambiar una sola palabra puede abrir un nuevo camino mental que antes estaba bloqueado.


Parte 3 – Reprogramar con nuevas palabras

Si nuestras palabras son código, entonces podemos reescribirlo. No se trata de negar lo difícil, sino de cambiar el modo en que lo nombramos para abrir posibilidades nuevas.

Un primer ejercicio es detectar frases que usamos a menudo y que nos limitan. Por ejemplo:

  • “No puedo hacerlo” → “No puedo hacerlo… todavía”.
  • “Siempre me equivoco” → “Estoy aprendiendo con cada intento”.
  • “Soy un desastre” → “Estoy en proceso de organizarme mejor”.

El hecho sigue siendo el mismo, pero la manera de expresarlo cambia la manera en que lo vivimos.

En los videojuegos lo vemos con claridad: un parche puede transformar un juego entero. Un personaje que antes era débil se vuelve viable con un simple ajuste en las estadísticas. Lo mismo ocurre con nosotros: cambiar unas palabras puede equilibrar o desbloquear habilidades que creíamos fuera de alcance.

Y lo más poderoso es que este cambio no solo afecta a nuestro diálogo interno, sino también a cómo tratamos a los demás. Una frase de apoyo en el momento justo puede ser el equivalente a pasarle una poción a un aliado en mitad de la batalla. Reprogramar nuestro lenguaje es también regalarle energía extra a quienes nos rodean.

Cada palabra es una semilla. Si sembramos miedo y limitación, cosecharemos dudas. Pero si sembramos apertura, confianza y esperanza, la vida se llenará de caminos que antes parecían cerrados. Cambiar el lenguaje es cambiar la historia que contamos… y con ello, la historia que vivimos.


[Extra] Lenguaje y percepción: cómo las palabras cambian lo que vemos

La lingüística cognitiva nos enseña algo fascinante: el lenguaje no solo describe el mundo, también lo moldea. Investigaciones muestran que las palabras que usamos influyen directamente en cómo percibimos la realidad.

Un ejemplo clásico es el del color. Algunas culturas no diferencian entre “azul” y “verde”: usan una sola palabra para ambos. Y eso modifica cómo sus cerebros procesan esas tonalidades. Para ellos, lo que nosotros vemos como dos categorías, es una sola experiencia visual.

Lo mismo ocurre con las emociones. Idiomas como el alemán tienen términos muy específicos como Schadenfreude (alegría por el mal ajeno) o Weltschmerz (melancolía existencial ante el estado del mundo). Tener esas palabras no solo permite expresarlas: cambia la forma en que se sienten y se entienden.

En el mundo gamer podemos verlo con los sistemas de comandos o de menús. Si en un juego existen las opciones “atacar”, “defender” y “escapar”, esas son las únicas posibilidades que tenemos. Pero si aparece un nuevo comando como “dialogar” o “convencer”, se abre un universo de experiencias diferentes.

Así funciona también en nuestra vida. Cuando nos repetimos frases como “yo no puedo” o “soy un desastre”, estamos cerrando comandos. Pero si añadimos palabras como “todavía”, “estoy aprendiendo” o “estoy mejorando”, ampliamos el menú de posibilidades. Cambiar el lenguaje es como instalar un mod en nuestra mente: expande lo que creemos posible y, por tanto, lo que podemos vivir.


Fin del capítulo

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