👀 Capítulo 19 – La mirada que transforma: del juicio a la comprensión

Parte 1 – La mirada que encierra

Todos lo hacemos: en un instante, vemos a alguien y lanzamos un juicio. “Es un irresponsable”. “Qué antipática”. “Seguro que no sabe lo que hace”. Es rápido, casi automático, como si nuestra mente necesitara colocar a cada persona en una casilla para poder entenderla.

Pero esas etiquetas no solo definen al otro: también nos encierran a nosotros. Porque cuando decimos “es así”, dejamos de ver lo que podría ser distinto. Reducimos una vida entera a un par de palabras, como si un personaje complejo quedara atrapado en un perfil superficial.

Lo mismo nos ocurre con nosotros mismos. “Soy un desastre”. “Nunca aprendo”. “Siempre fallo”. En lugar de abrirnos al cambio, nos encadenamos a la etiqueta. Y cuanto más la repetimos, más creemos que somos esa máscara.

En los videojuegos también lo vemos. En Undertale, los enemigos parecen simples monstruos hasta que descubres sus historias, y entonces entiendes que no eran lo que parecían. Lo mismo pasa en muchos RPG: ese NPC molesto que parecía inútil resulta clave en el futuro de la trama. Lo que cambió no fue el personaje, sino la mirada con la que lo observamos.

El juicio rápido es cómodo, pero limita. Nos hace creer que entendemos algo cuando en realidad solo lo hemos reducido. La comprensión, en cambio, amplía: abre puertas, revela matices, nos conecta con la complejidad que siempre estuvo ahí.


Parte 2 – Entender antes que juzgar

Juzgar rápido tiene su explicación: es un atajo de nuestro cerebro. Durante millones de años, nuestra supervivencia dependió de reconocer en segundos si alguien era aliado o amenaza. Esa reacción automática nos ahorraba energía y nos mantenía a salvo. Pero lo que en la sabana africana era vital, en nuestra vida moderna muchas veces se convierte en un filtro que distorsiona.

La psicología lo llama sesgos cognitivos: atajos mentales que simplifican la realidad, pero que también nos hacen cometer errores de interpretación. Un ejemplo es el sesgo de atribución, cuando pensamos que alguien actúa mal porque “es así”, sin considerar las circunstancias que lo rodean. O el efecto halo, que nos hace ver a alguien como completamente bueno o malo basándonos solo en un rasgo aislado.

Lo curioso es que no solo aplicamos estos sesgos a los demás: también a nosotros mismos. Nos castigamos por un fallo como si definiera toda nuestra identidad, olvidando el contexto o los logros previos. En esos momentos no nos estamos entendiendo, sino reduciendo.

Los videojuegos reflejan bien esta tendencia. ¿Cuántas veces hemos ignorado a un NPC porque parecía irrelevante, solo para descubrir horas después que era clave para una misión importante? O al revés: confiamos demasiado en un personaje porque nos cayó bien al inicio, y más tarde resulta traicionarnos. La forma en que miramos influye en cómo jugamos y en lo que descubrimos.

Cuando pasamos del juicio a la comprensión, algo cambia. Dejamos de reducir y empezamos a ampliar. Nos damos cuenta de que no todo es blanco o negro, y que detrás de cada acción hay una historia más compleja. Entender no significa justificar, pero sí nos libera de la prisión de las etiquetas.


Parte 3 – Practicar la mirada que transforma

Si el juicio nos encierra, la comprensión nos abre. Y lo mejor es que podemos entrenar esta manera de mirar, igual que entrenamos cualquier otra habilidad.

El primer paso es simple pero poderoso: detenernos antes de juzgar. Cuando nuestra mente suelte esa etiqueta automática (“es un desastre”, “soy un inútil”), podemos hacer una pausa y preguntarnos: ¿qué no estoy viendo aquí?. Esa pregunta abre una grieta en el muro del juicio.

El segundo paso es practicar la empatía. Imaginemos qué circunstancias, miedos o presiones podrían estar detrás de la conducta de alguien. No se trata de excusar, sino de ampliar la perspectiva. Lo mismo vale hacia nosotros: en lugar de repetir “fallé otra vez”, podemos pensar “estoy aprendiendo bajo presión, y eso es valioso”.

En los videojuegos, este cambio se parece a un New Game+. La segunda vez que recorremos la historia, ya sabemos más de los personajes y descubrimos matices que antes pasamos por alto. La experiencia no cambia solo porque el juego sea distinto, sino porque nuestra mirada es más profunda.

Practicar esta mirada transformadora nos da libertad. Libertad para soltar etiquetas, para ver más allá de lo inmediato, para conectar con la humanidad propia y ajena. Porque al final, comprender no significa perder fuerza: significa sumar claridad y compasión a nuestro viaje.


[Extra] Los sesgos cognitivos: atajos que distorsionan nuestra mirada

Nuestro cerebro está diseñado para ahorrar energía. En lugar de analizar toda la información disponible, crea atajos mentales llamados sesgos cognitivos. Estos atajos nos permiten decidir rápido, pero también distorsionan la realidad.

Algunos de los más comunes son:

  • Sesgo de atribución → Tendemos a pensar que el comportamiento de alguien refleja “cómo es”, sin considerar las circunstancias. Ejemplo: “Llegó tarde porque es irresponsable”, en lugar de pensar que quizás hubo un atasco.
  • Efecto halo → Un solo rasgo positivo o negativo colorea toda nuestra percepción de una persona. Si alguien nos cae bien de entrada, tendemos a pasar por alto sus defectos; si nos cae mal, exageramos sus fallos.
  • Sesgo de confirmación → Buscamos solo la información que confirma lo que ya creemos, ignorando lo que lo contradice. Esto refuerza prejuicios y etiquetas.
  • Efecto espectador → Cuando hay mucha gente, pensamos que “otro se hará cargo”, lo que nos lleva a no actuar.

Estos sesgos no son fallos del cerebro, sino estrategias de eficiencia. El problema surge cuando los usamos sin darnos cuenta y reducimos la complejidad de las personas a juicios rápidos.

Para los más jugadores, esto sería como jugar con un filtro que simplifica demasiado: ver solo la barra de vida del enemigo sin conocer su trasfondo, sus intenciones o cómo encaja en la historia. Los sesgos nos dan una versión limitada del juego, pero nunca la historia completa.

Reconocerlos es el primer paso para liberarnos de ellos. Porque cuando entendemos que nuestra mente tiende a atajos, podemos elegir: seguir reduciendo, o abrirnos a una mirada más amplia, justa y transformadora.


Fin del capítulo

⏮️ Anterior: 🗣Capítulo 18 – El poder de las palabras: cómo el lenguaje moldea tu realidad

⏭️ Siguiente: ⛓️Capítulo 20 – El arte de soltar: cuando el pasado deja de definirte

📚 Índice de la serie: Reconoce tu poder: libera tu mente, transforma tu mundo