Parte 1 – El sesgo natural de nuestra mente
Seguro que lo has notado: una crítica puede quedarse grabada en nuestra mente mucho más fuerte que diez halagos. Un fallo en el trabajo, un error en público, una jugada perdida en un partido… parece que tienen más peso que todo lo que hicimos bien. Es como si nuestra atención se fijara automáticamente en lo negativo, como si hubiera un “zoom” interno que amplifica el error y reduce lo positivo a un murmullo lejano.
Esto no es casualidad. Nuestro cerebro está diseñado para sobrevivir, no para hacernos felices. Por eso, presta más atención a lo que percibe como amenaza o fallo, porque interpretarlo rápido y recordarlo puede ser clave para anticipar riesgos. En otras palabras: lo negativo “grita” más fuerte que lo positivo porque la mente cree que así nos protege.
El problema aparece cuando ese sesgo natural se convierte en el filtro por el que interpretamos la vida. Si solo vemos lo que falta, lo que falló, lo que no salió bien, nuestra percepción se distorsiona. Podemos estar rodeados de cosas buenas, pero la lupa interna solo muestra las sombras.
Y nos pasa a todos. Perdemos de vista un día entero de buenos momentos porque algo pequeño salió mal. Olvidamos todas las partidas ganadas porque la última fue derrota. Confundimos un detalle con la historia completa.
Parte 2 – Donde pones tu atención, se expande

Lo que miramos, crece en nuestra experiencia. Si pasamos el día atentos solo a lo que nos falta, eso es lo que dominará nuestra mente. Si en cambio decidimos fijarnos en lo que sí está, en lo que funciona, en lo que hemos avanzado, nuestra realidad se llena de esos colores.
La ciencia lo confirma: nuestro cerebro funciona como un buscador. Cuanto más repetimos un tipo de pensamiento, más conexiones neuronales se refuerzan. Es como cuando entrenamos un músculo: cuanto más lo usamos, más fuerte se vuelve. Por eso, si siempre prestamos atención a los fallos, estamos fortaleciendo el músculo de la preocupación y la crítica. Pero si entrenamos en notar lo bueno, lo que aprendimos y lo que sí logramos, estamos fortaleciendo el músculo de la gratitud y la confianza.
En los videojuegos lo vemos claro. Si solo miramos la barra de vida que baja, el cansancio nos domina y sentimos que no vamos a poder. Pero si miramos las pociones que aún tenemos, los aliados a nuestro lado y el daño que ya hemos hecho al jefe, recuperamos energía y seguimos luchando. La batalla es la misma, pero la manera de mirarla cambia por completo la experiencia.
Al final, nuestra atención es como la linterna en una habitación oscura: lo que iluminamos existe con más fuerza, lo demás parece desaparecer. Y no se trata de negar las dificultades, sino de no dejar que sean lo único que ocupa el escenario de nuestra mente.
Parte 3 – La práctica de cambiar la mirada

Cambiar la mirada no es magia, es entrenamiento. Igual que en un juego no aprendemos todos los combos en la primera partida, nuestra mente necesita práctica para aprender a enfocar distinto.
Un ejercicio sencillo es este: cada noche, antes de dormir, recordemos tres cosas pequeñas que hayan ido bien en el día. Puede ser que alguien nos sonrió en la calle, que el café estaba en su punto, o que logramos terminar esa tarea que nos daba pereza. Al principio parece irrelevante, pero poco a poco nuestro cerebro empieza a buscar esos momentos durante el día, y nuestra atención se expande hacia lo que sí funciona.
En el mundo gamer, sería como cambiar de cámara en un juego. A veces jugamos en vista cenital, otras en primera persona. El entorno es el mismo, pero la experiencia cambia radicalmente. Practicar este cambio de cámara mental nos da flexibilidad: podemos ver los problemas de cerca cuando necesitamos resolverlos, pero también alejarnos para recordar que no lo son todo en nuestra vida.
La clave está en entrenarnos con constancia. Igual que un speedrunner perfecciona sus movimientos repitiendo cada tramo cientos de veces, nosotros podemos entrenar a nuestra mente a no quedarse atrapada en lo negativo. Cada vez que desviamos la linterna de la atención hacia lo que suma, estamos reprogramando nuestro mapa interno.
Y lo más bello es que, con el tiempo, no solo cambiamos cómo vivimos el presente: también empezamos a crear un futuro distinto. Porque cuando vemos más luz, tomamos decisiones más libres y con más confianza.

Fin del capítulo
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📚 Índice de la serie: Reconoce tu poder: libera tu mente, transforma tu mundo

