Parte 1 · Dos voces en conflicto: cuando la lógica y la intuición tiran en direcciones opuestas
Imagina que recibes una oferta de trabajo inesperada. Sobre el papel parece prometedora: buen sueldo, un cargo atractivo, una empresa reconocida. La lees una y otra vez y tu mente empieza a girar como un engranaje.
Una parte de ti se obsesiona con las listas: pros y contras, horarios, ventajas económicas, riesgos futuros. Esa parte no descansa: necesita clasificar, poner números, dar explicaciones. Te dice: “Mira los datos, el sueldo, las estadísticas de ascenso. Es lo lógico. No lo pienses más, acepta ya.”
Pero otra voz, más suave, se abre paso. No trae cifras ni gráficos, trae una sensación. Un presentimiento que susurra: “Todo eso parece brillante… pero hay algo que no encaja. El ambiente, las personas, la energía del lugar. No es para ti.”
Y quedas dividido: una mente empuja hacia el sí rotundo, la otra hacia el no silencioso. Una grita con argumentos, la otra se expresa con intuición.
En un videojuego sería como elegir entre seguir las estadísticas puras de daño y defensa, o escoger un arma que simplemente “se siente bien en tus manos”, aunque los números digan lo contrario. Hay decisiones que no se resuelven solo con lógica… ni solo con instinto.
Lo importante no es silenciar a una de esas voces, sino aprender a escucharlas ambas. Porque tu hemisferio izquierdo puede ordenar, pero necesita que el derecho le muestre el sentido. Y tú hemisferio derecho puede intuir, pero necesita que el izquierdo le dé estructura.
La clave no está en decidir cuál tiene razón, sino en darte permiso para integrar las dos miradas. Porque ahí, en esa unión, es donde empiezas a ver con nuevos ojos.
Parte 2 · El arte de la integración: cómo unir al contable, al artista y al creador de mapas

Ahora que hemos conocido al contable (hemisferio izquierdo), al artista (hemisferio derecho) y la tendencia del cerebro a crear mapas mentales para no quedarse en blanco, podemos dar un paso más: entender cómo estas voces dialogan dentro de nosotros.
Lo primero que necesitamos reconocer es que no se trata de decidir cuál es “mejor”. No vivimos bien solo con lógica, ni tampoco solo con intuición. Lo esencial está en la integración.
Por ejemplo, cuando tenemos que tomar una decisión importante —como mudarnos, cambiar de trabajo o iniciar un nuevo proyecto—, solemos sentir esa tensión interna: una parte quiere números y garantías, otra busca vibrar con lo que siente correcto. Si solo escuchamos a una, corremos el riesgo de perder el equilibrio: o nos volvemos rígidos y fríos, o nos dispersamos sin dirección.
La clave es aprender a darles voz a ambas partes y reconocer que el mapa que tenemos no siempre es el territorio real. Y esto, significa cuestionarnos: ¿lo que pienso es un hecho o es mi interpretación? ¿Lo que siento nace de la situación actual o de experiencias pasadas que estoy proyectando?
Para los más amantes de los juegos, podríamos imaginar que llevamos dos HUDs superpuestos en pantalla: uno que nos muestra estadísticas precisas (salud, munición, inventario) y otro que refleja la ambientación del juego (colores, música, atmósfera). Si quitamos uno, la experiencia se empobrece: o jugamos con datos pero sin alma, o con alma, pero sin información útil. Solo cuando ambos están activos tenemos una visión completa del juego.
Y lo esperanzador aquí es que no estamos condenados a que uno domine siempre ya que nuestro cerebro es plástico: o sea, podemos entrenarlo para escuchar mejor, integrar mejor, y decidir mejor. No se trata de callar a una voz, sino de aprender a que dialoguen sin que una eclipse a la otra.
Parte 3 · Ejercicios de integración: entrenar el diálogo entre tus dos mentes

La mejor manera de empezar a integrar nuestras voces internas no es en los grandes dilemas, sino en lo cotidiano. Igual que en un juego no comienzas con el jefe final, sino practicando en niveles sencillos, aquí conviene empezar con ejercicios pequeños.
El diario de decisiones
Durante una semana, dedica unos minutos cada día a anotar una pequeña decisión que hayas tomado: desde qué comer hasta cómo responder a un mensaje.
- Escribe primero qué argumentos “racionales” aparecieron.
- Después, describe qué intuiciones o sensaciones notaste.
- Finalmente, apunta qué hiciste y cómo te sentiste después.
Con el tiempo veremos patrones: quizás que solemos sobreracionalizar lo sencillo, o que ignoramos intuiciones que después se confirman.
La pausa de integración
La próxima vez que tengas que decidir algo importante, haz un alto de un par de minutos:
- Respira hondo.
- Pregúntale a tu hemisferio izquierdo: “¿Qué datos objetivos tengo aquí?”
- Pregúntale a tu hemisferio derecho: “¿Qué me hace sentir esto?”
- Anota ambas respuestas en un papel y obsérvalas juntas.
Esta práctica simple evita que reaccionemos en automático y nos obliga a reconocer que ambas voces existen.
El mapa flexible
Cuando notes que estás atrapado en pensamientos rígidos (“Siempre pasa lo mismo”, “Nunca me entienden”), escribe la frase en un papel. Luego, justo debajo, escribe una alternativa más flexible:
- “Siempre pasa lo mismo” → “A veces pasa, pero también ha habido momentos distintos.”
- “Nunca me entienden” → “Hay personas que no me entienden, pero otras sí lo hacen.”
Este ejercicio nos recuerda que el mapa no es el territorio, y que podemos ampliar la visión.
Si lo piensas, estas prácticas son como desbloquear nuevas habilidades en un juego. Al principio parecen pequeñas, casi irrelevantes, pero poco a poco se convierten en un poder extra: el de no vivir prisionados de una sola voz interna.
La recompensa es enorme: decisiones más serenas, menos culpa por lo que dejamos de hacer y una confianza creciente en que podemos navegar mejor entre lógica y emoción.
Fin del capítulo
⏮️ Anterior: 🐍🐾Capítulo 2 – Entre la defensa y la conexión: los dos modos que conviven en ti
⏭️ Siguiente: 🔎Capítulo 4 – El poder de la atención
📚 Índice de la serie: Reconoce tu poder: libera tu mente, transforma tu mundo




