💥 ¿Por qué es tan fácil quedarse atrapado en un mal hábito, pero tan difícil sostener uno bueno? Es como intentar pasarse ese jefe final que parece imposible, mientras que volver al nivel de confort —aunque mediocre— resulta casi automático. Y no importa cuántas veces lo intentes: un año después, te das cuenta de que sigues haciendo lo mismo… solo que más frustrado.
👀 Piénsalo: ¿Cuántas veces has intentado comenzar bien la partida? Levantarte temprano, entrenar, comer mejor, organizarte… solo para que en unos días, como si una fuerza invisible te hiciera «rage quit», todo se venga abajo. A pesar de la motivación inicial, los buenos hábitos suelen sentirse como misiones secundarias que abandonamos demasiado rápido.
👉 Por el contrario, los malos hábitos —como procrastinar, comer basura, engancharte con vídeos hasta las 3 a. m., o decir “mañana empiezo”— se instalan como si fueran DLC que no puedes desinstalar. Se adhieren a ti, te envuelven, y cuesta muchísimo romper con ellos, incluso cuando sabes que te están perjudicando.
Entonces… ¿por qué sucede esto?
💡Hay dos razones principales:
1. Estamos intentando cambiar lo equivocado.
2. Y lo estamos haciendo de la forma equivocada.
🧩 En este capítulo, vamos a centrarnos en la primera razón. Porque antes de equiparte con las mejores herramientas para cambiar tus hábitos (eso vendrá en los próximos niveles), necesitas entender una cosa fundamental: no es solo tu comportamiento lo que necesita cambiar… es tu identidad.
🧍♂️Y eso, aunque suene profundo o incluso confuso, tiene todo que ver contigo como gamer, como creador, como persona.
🕹️ Porque la manera en que juegas —y no me refiero solo al videojuego— refleja la clase de jugador que crees que eres.
Cambiar tu vida no se trata de forzarte a completar misiones. Se trata de convertirte en el tipo de persona que no necesita obligarse a hacerlas. De eso va este capítulo: de comenzar a transformar la identidad que hay detrás del mando, una pequeña decisión a la vez. ¿Listo para entrar en esta nueva fase? ⬇️
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