
Ansiedad: Un Viaje al Interior del Cuerpo y la Mente ¿Qué es y cómo nos afecta?
Queridas y queridos lectores:
Gracias por leer estas palabras. Este blog está dedicado al apasionante mundo de los videojuegos, pero con un enfoque especial: mostrar las cosas de un modo más positivo, realista, y menos sesgado; algo que gran parte de la prensa “especializada” y la mayoría de los creadores de contenido suelen dejar de lado. Es un espacio de un gamer corriente para otros gamers.
Sin embargo, sé que muchos de nosotros, quienes compartimos esta afición y coexistimos en este mundo, atravesamos momentos difíciles, experiencias que a menudo son poco habituales o incomprendidas por la mayoría. Algunos enfrentamos depresión, ansiedad, o incluso ambas, independientemente de los motivos. Otros lidian con situaciones como familias desestructuradas, la pérdida de un ser querido, abusos, maltrato, rupturas, abandono, soledad, problemas laborales o una combinación de varios de estos factores.
Por esta razón, he decidido abrir esta categoría en el blog: para acompañar, a través de estas líneas, a todos aquellos que lo necesiten y no sepan por dónde o cómo empezar. Mi objetivo es ofrecer apoyo y conectar desde la experiencia compartida, como un compañero más en este viaje que es la vida.
Ansiedad
Hablemos de la ansiedad, pero antes déjame ofrecerte algunos consejos rápidos y una pequeña advertencia:

Primero, si crees que padeces algún trastorno de ansiedad, te insto encarecidamente a que busques la ayuda de un experto en salud mental. En España, puedes optar por psicólogos privados, especialistas concertados a través de seguros, o solicitar una cita con los profesionales de la Seguridad Social a través de tu médico de cabecera.
Segundo, quiero que tengas presente que este tipo de contenido ya sea en forma de publicaciones, libros o vídeos, tanto míos como de otros creadores, es únicamente un apoyo. Ningún recurso de este tipo puede abordar por completo la raíz de tu ansiedad, ni liberarte de ella al 100%. La orientación profesional es insustituible.
Por último, en este post me esforzaré en traerte herramientas generales que pueden ayudarte a mejorar tu condición, ya que abordan los estados más comunes vinculados a la ansiedad. Compartiré las enseñanzas de las psicólogas que me guiaron durante mi etapa con ansiedad generalizada, mis propias vivencias, y el conocimiento extraído de expertos en psicología, con sus diferentes perspectivas. También incluiré aportaciones de otros creadores dedicados a esta temática y experiencias de personas que han logrado superar la ansiedad.
En esta serie de publicaciones sobre ansiedad, te proporcionaré datos que me fueron útiles, información para comprender los diferentes síntomas y herramientas que pueden ayudarte a reducirlos o eliminarlos. Además, incluiré recursos que te podrían servir para organizar y calmar tu mente.
Una vez más, si crees que estás padeciendo ansiedad en cualquiera de sus formas, es esencial que busques ayuda profesional. Aunque este contenido puede ofrecerte un alivio, no pretende ser la solución definitiva para un caso particular, con todas sus complejidades únicas.
Y ahora sí, ¡vamos al lío!
Confirmando la ansiedad.
Si sospechamos que podemos estar padeciendo de algún trastorno de ansiedad ¿qué debemos hacer?
Primero, es importante asegurarnos de que estamos experimentando realmente ansiedad, y esto lo sabremos consultando a los profesionales de la salud adecuados. Por ejemplo, si estás experimentando síntomas como taquicardias, dificultad para respirar, dolor en el pecho, mareos, etcétera, Por favor acude a urgencias ya que estos síntomas también pueden ser signos de una condición médica grave; allí te realizarán las pruebas necesarias para determinar si son síntomas relacionados con la ansiedad, o con otra situación.

Segundo, programa una cita con tu médico de cabecera para discutir tus síntomas y los posibles tratamientos.
Y tercero, por supuesto, busca la opinión y la ayuda de un psicólogo.
¿Por qué es conveniente seguir todos estos pasos?
Porque si no sabes lo que tienes, no puedes buscar y seguir el tratamiento adecuado. Con esto quiero decir que… yo qué sé, imagina que tienes un resfriado y decides someterte a quimioterapia. No tiene sentido ¿verdad?
Una vez confirmada nuestra ansiedad, pasemos a conocer más sobre este trastorno: su historia, certezas, desmentir ciertas creencias y ayudarte a comprender hasta qué punto no estás pasando por esto sola o solo. Porque, de esto se sale, y se sale fortalecido, siendo una mejor persona… si así lo deseas.
Hablemos sobre la ansiedad
Job 7:11 (Reina-Valera 1960): “Por tanto, no refrenaré mi boca; hablaré en la angustia de mi espíritu, y me quejaré con la amargura de mi alma.” Este pasaje puede interpretarse como una representación de ansiedad, reflejando una conexión entre los sufrimientos mentales y emocionales y su impacto en la percepción espiritual. Aunque es difícil determinar con certeza si este texto constituye la primera mención documentada de la ansiedad, su antigüedad, que podría superar los 4.000 años, lo sitúa como uno de los primeros relatos escritos que aborda el tema desde una perspectiva profundamente humana y espiritual.

En el año 45 a.C., el filósofo Marco Tulio Cicerón escribió sobre el sufrimiento y la ansiedad, considerándolos trastornos debido a una analogía entre una mente atormentada y un cuerpo enfermo. Es interesante que mencionara el cuerpo, ya que históricamente, la ansiedad se ha interpretado principalmente como un problema mental.
Con el tiempo, la ansiedad pasó a entenderse como una sensación de expectación angustiosa o de fatalidad inminente. También se define como la anticipación de una amenaza futura. Según el DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales), este trastorno se presenta en diversas clasificaciones: trastornos obsesivo-compulsivos (TOC), estrés postraumático, trastorno ansioso-depresivo o trastorno de ansiedad generalizada.
La crisis global de salud mental
Actualmente, nos encontramos inmersos en una crisis global sin precedentes en términos de salud mental. En el año 2019, se estimaba que más de 950 millones de personas en todo el mundo padecían algún tipo de trastorno mental, siendo la ansiedad el más común. Actualmente y según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el impacto de la COVID-19 ha disparado los casos de ansiedad y depresión en un aumento del 25% a nivel mundial, lo que evidencia la necesidad de prestar atención a este problema.
Hablamos de más de 1.212.500.000 de personas. Lo equivalente al doble de la población de Estados Unidos, ¡y unas 24 veces a la población de España!
¿Por qué menciono esto? Para que comprendas que no estás sola o solo en esto; muchas personas atraviesan situaciones similares. Además, hasta hace poco se pensaba que la genética desempeñaba un papel importante en la predisposición a la ansiedad. Sin embargo, los datos actuales demuestran que, aunque puede influir, no es determinante. Nuestros genes no pueden adaptarse tan rápidamente como para explicar el incremento masivo de la ansiedad en la población.
Una visión ampliada de la ansiedad
En esta serie de posts, abordaré la ansiedad desde una perspectiva más amplia, considerando tanto los aspectos cerebrales como aquellos que tienen origen en el cuerpo. Para facilitar su comprensión y encontrar herramientas útiles para superarla, dividiré la ansiedad de manera general en dos categorías:
- Ansiedad superficial: Originada por el estilo y ritmo de vida cotidiano. Es una capa de ansiedad que puede evitarse o eliminarse con mayor facilidad.
- Ansiedad profunda: Derivada de factores como:
- Traumas no resueltos que se manifiestan de forma inconsciente.
- Preocupaciones constantes y acumuladas.
- Características de la personalidad.
- Diferencias químicas y funcionales en el cerebro.
- Predisposición genética a experimentar estrés de forma recurrente.
- Adicciones y uso de drogas, entre otros.
Es importante aclarar que no existen dos tipos de ansiedad, sino que esta división es una herramienta para comprenderla mejor y abordar su totalidad.
Antes de profundizar en estas categorías, quiero responder a una pregunta que considero clave y que, basada en experiencia propia y lo comúnmente observado, te ayudará a reconciliarte con tu situación si estás aquí porque crees o sabes que padeces ansiedad.
¿Qué es la ansiedad?
Simplificando al máximo para que no se haga pesado, la ansiedad es una respuesta al estrés negativo, conocido como distrés. Ahora bien, puede que te preguntes: ¿cuál es la diferencia entre estrés y ansiedad?
El estrés es una reacción puntual ante una situación compleja o peligrosa. Puede ayudarnos a escapar de un peligro o a superar un desafío, y normalmente desaparece una vez que la situación se resuelve. Por otro lado, la ansiedad es una sensación de miedo, preocupación constante y malestar continuo que puede prolongarse en el tiempo, llegando a afectar nuestra salud física y mental. Ambos, ansiedad y estrés, comparten en gran medida los mismos mecanismos físicos para manifestarse.
¿Qué mecanismos son y cómo funcionan?
Para entender cómo funciona la ansiedad, primero debemos conocer, de forma sencilla, a tres protagonistas en nuestro cerebro:

- El neocórtex: Es nuestra parte más racional y evolucionada, responsable del pensamiento lógico y razonado. Es, por así decirlo, la «parte pensante» de nuestro cerebro.
- El tálamo: Se encarga, entre otras funciones, de recibir y distribuir la información sensorial.
- La amígdala: Es la encargada de procesar las emociones y las respuestas al miedo. Es crucial para nuestra supervivencia, y debido a su importancia evolutiva, tiene acceso directo y rápido a los recursos de nuestro cuerpo para protegernos.
¿Y qué sucede dentro de nuestro cerebro?
Cuando percibimos un sonido, una imagen o una sensación extraña en nuestro cuerpo, la información llega primero al tálamo, que la envía a las partes correspondientes del cerebro. Sin embargo, también la envía directamente a la amígdala por un camino mucho más rápido. Esto permite que, antes de que la información llegue a otras áreas más analíticas como el neocórtex, la amígdala evalúe si hay algún peligro en lo que estamos percibiendo.
Si detecta un peligro, activa una respuesta conocida en psicología como la «respuesta de ataque o huida», poniendo en marcha todo el cuerpo para enfrentarlo o escapar. Este concepto está ampliamente respaldado por estudios neurocientíficos, como los realizados sobre la interacción entre la amígdala y el sistema nervioso autónomo en situaciones de peligro.
Un ejemplo de su poder:
Seguramente alguna vez has sentido ira o tristeza y has dicho o hecho algo de lo que luego te arrepentiste. Esto ocurre porque la amígdala interpreta algún estímulo como una amenaza y actúa rápidamente para protegernos, antes de que el neocórtex pueda analizar la situación en detalle y buscar una solución más razonada. Este fenómeno se conoce como «secuestro emocional», término acuñado por el psicólogo Daniel Goleman en su libro Inteligencia emocional.
El secuestro emocional nos recuerda que, aunque las partes más racionales de nuestro cerebro pueden ofrecer soluciones mejor pensadas, suelen ser más lentas. En cambio, una respuesta rápida puede aumentar nuestras probabilidades de supervivencia en situaciones de peligro. Este fenómeno es especialmente relevante en el contexto de la ansiedad.
Vale, pero entonces… ¿Qué sucede con nuestra amígdala?
Bueno, para explicarlo de forma sencilla y directa: está sobreestimulada. Pero para entender esto, primero debemos resaltar algunos puntos clave. Es importante destacar que, en comparación con otras partes del cerebro, la amígdala es bastante primitiva y no ha evolucionado lo suficiente como para diferenciar entre lo real y lo imaginario.

Con toda la evolución de nuestro cerebro pensante e imaginativo a su alrededor, junto con el rápido avance de la evolución social y tecnológica, la amígdala no ha tenido el tiempo suficiente para adaptarse a estas nuevas circunstancias. Principalmente, está diseñada para funcionar en entornos… ehm… diferentes.
Para entenderlo mejor, pongamos un ejemplo más visual y amigable:
Un ejemplo práctico: la supervivencia hace miles de años
Imagina que vives hace miles de años, en la selva, por ejemplo. Tu único propósito es sobrevivir y reproducirte para garantizar la continuidad de la especie. Entre tus tareas básicas está salir a cazar. Pero, como el reino animal es impredecible, al igual que tú sales a cazar, otros animales podrían cazarte a ti. En este escenario, eres presa y depredador, y este ciclo de peligro es lo que has aprendido de tus padres, de tus antepasados y de tu propia experiencia. Es el riesgo que tienes grabado a fuego.
¡Un día te despiertas después de una siesta en la cueva y sales a buscar comida! Cuando encuentras a tu presa y ya estás preparando mentalmente tu festín, tus ojos y oídos detectan un movimiento brusco entre unos arbustos cercanos. En ese instante, el tálamo recibe la información y la envía tanto al neocórtex como a la amígdala, siendo esta última la primera en analizarla y decidir si hay que tomar medidas, y cuáles.
¿Qué significa esto?
Significa que, antes de que siquiera te gires a mirar qué es lo que se mueve para analizarlo racionalmente, tu amígdala ya ha tomado una decisión. Puede que solo sea una ráfaga de viento y puedas seguir con tu plan, pero también podría ser un depredador a punto de atacarte. La amígdala, cuyo propósito principal es protegerte, actúa rápidamente porque esperar a que el neocórtex analice la situación podría ser demasiado arriesgado. Por lo tanto, te prepara para enfrentarte a la situación de la mejor manera posible, sin perder tiempo.
¿Cómo nos prepara la amígdala en caso de peligro?

Una vez que la amígdala determina que hay peligro, inicia un proceso que puede describirse de forma divertida pero precisa: imaginemos que empieza a gritar como Homer Simpson cuando ve a Maggie y Marge a punto de atropellarlo en la puerta del garaje. Este grito genera una emoción que conocemos como miedo.
Este «grito» llega al hipotálamo, que a su vez alerta a la hipófisis para activar las glándulas suprarrenales. Estas liberan adrenalina y cortisol, entre otras hormonas. El flujo de sangre se redirige desde áreas como el tracto intestinal o los genitales hacia el corazón, los músculos principales, los pulmones y los ojos. Este proceso nos prepara para luchar con mayor fuerza o huir con mayor rapidez. En resumen, estamos listos para enfrentarnos al peligro.
Cabe destacar que este mecanismo está ampliamente respaldado por estudios neurocientíficos, como los que analizan la interacción entre el sistema nervioso autónomo y el sistema límbico en situaciones de estrés.
Un mecanismo esencial para nuestra supervivencia
En líneas generales, este mecanismo ha sido crucial para la supervivencia de nuestra especie, y no debemos menospreciarlo, aunque actualmente pueda hacernos sentir incómodos en ciertas situaciones. Este sistema sigue siendo vital, ya que funciona de la misma manera en escenarios modernos, como enfrentarse a un accidente de tráfico, evitar una pelea, esquivar un objeto en caída o proteger a un niño de un peligro repentino.
Para profundizar en este concepto, la teoría del cerebro trino de Paul MacLean ofrece un marco útil para entender cómo las áreas más primitivas y modernas de nuestro cerebro colaboran en situaciones de emergencia.
Y ahora que conocemos todo lo anterior y entendemos que, obviamente, no estás sobre estimulado por estar corriendo detrás de conejos ni huyendo de leones, podemos profundizar en la respuesta a la pregunta inicial:

¿Qué le sucede a mi amígdala?
Vale, ¿recuerdas que hace un momento mencioné que nuestra amígdala no se ha adaptado del todo a ciertas modernidades? Pues bien, hay muchas posibles razones para esto, como ya habrás imaginado.
Algunos ejemplos son: nuestra amígdala puede sentirse abrumada por la enorme cantidad de información que recibimos en nuestro día a día moderno. Además, nuestro cerebro pensante, con su capacidad de imaginar y reflexionar, puede confundir a la amígdala, ya que esta parte del cerebro no distingue bien entre lo real y lo imaginario.
En otras palabras, la amígdala puede activarse de varias maneras. Por ejemplo:
- Sintiéndote mal después de comer algo sin ser consciente de que fue esa comida la causa.
- A través de pensamientos negativos.
- Reviviendo recuerdos, sin importar cuánto tiempo haya pasado desde el evento.
¡Piensa que podemos llegar a sobreestimular la amígdala tan solo por preocuparnos constantemente!
Razones para la ansiedad: infinitas posibilidades
Como acabas de ver, las razones para la ansiedad son casi infinitas, tantas como personas y situaciones existan al mismo tiempo. Es por eso que te insto, una vez más, por favor, a que acudas a un experto en salud mental. Por más que leas libros o veas vídeos al respecto, nada puede sustituir el apoyo profesional.
Por cierto… esto no significa que no existan peligros reales en algunas situaciones que puedan poner en riesgo aspectos de nuestra vida. Lo que quiero decir es que, en la mayoría de los casos, no estamos manejando correctamente los estímulos que llegan a nuestra mente.
En fin, espero que esta primera entrada te sirva como ayuda o referencia en caso de que la necesites. Gracias por visitar este post y el blog. Por favor, no olvides apoyarme tanto aquí, como en el canal de YouTube, Twitch y redes sociales. Tu opinión y experiencia son muy valiosas, así que no dudes en compartirlas.
Espero que tengas el mejor día, tarde o noche posible, según la hora en la que estés leyendo esto.
¡Un saludo!
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